domingo, 5 de abril de 2015

Grotesque and Beauty.





Pipa Álvarez
José Azul
Ana T Baile
Gonzalo Catalinas
Antonio Chipriana
Rodrigo J García
Beatriz Garnica                                       
Miguel Ángel Gil
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Isabel Campanario
Javier Joven
Irina Kuznetsova
Gustavo Giménez Laguardia

Paloma Marina
Val Ortego
Herminio Sanchez
Huguette Sidoine
Essential Sound
Charo de la Varga


Artes plásticas
Danza (Butoh)
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Poesía                                                          Coordinación y montaje:  Paloma marina

                                                                                                           lechipcompany.com

                                                                                                                 


Lo grotesco.
 
"Goya, Victor Hugo, Baudeleire, Diane Arbus, Foucault, Dubuffet, Giacometti, Picasso, Nam Goldin, Bacon, El Bosco. Todos estos autores fueron a la búsqueda de la otredad, del desterrado, del marginal, de quien habita entre los pliegues del sistema, en los márgenes de lo establecido, de la norma, en la periferia como Panero… el tarado, el anormal. Hay una cita suya cuya imagen visual nos acerca bellamente a lo grotesco, “como un viejo chupando un limón seco, así es el acto poético”.
Hacemos uso de imágenes mil veces repetidas, ridículas, violentas, que provocan terror, asco, perplejidad y asombro. Imágenes que en un momento dado nos interrogan, nos cuestionan o cuestionan a un mundo saturado de las mismas y que hace de la exhibición del yo, pornografía. Un mundo que ha convertido al cuerpo propio en recipiente hueco al que modelar, eliminando del mismo cualquier rasgo de imperfección, sudor, pelo, lunares. Hinchan y deshinchan a su antojo, aplican tecnociencia para la construcción de un cuerpo social enfermo y disfuncional. Tal vez, por ello, pretendemos a través de la representación y de la parodia, desde la fealdad y lo macabro, traer hasta aquí, ante nosotros, a la caricatura grotesca en la que se convierte ese poder sin rostro, que ejerce violencia indiscriminada de manera cotidiana al someternos desde nuestra cuna
¿Necesitamos emular el dolor, la barbarie, el caos, el infierno, las heridas que producen las guerras, las tragedias cotidianas en miles de lugares, en millones de personas? ¿Por qué queremos hacerlos presentes? ¿por qué queremos presentarlos aquí, nosotros que observamos las guerras por control remoto, violencia que termina con una actuación, con una película, con una “game over”?
¿Por qué hacer uso de la categoría estética de lo grotesco? ¿Por qué esa insistencia en recrearnos en ello y valorarlo como más auténtico? ¿Para qué?, si como dijera Susan Sontag , nosotros no hemos pasado por la miseria, por el agudo dolor de quien ha sido despojado de su dignidad, de quienes son masacrados. Nosotros somos incapaces de entender aquello que el otro, el representado, fotografiado, inmortalizado en un solo gesto, por un solo trazo, ha padecido. “No nos cabe pensarlo”.
Lo grotesco permite abarcar nuestra humana naturaleza en toda su complejidad. Incorporar lo grotesco es aprehenderla en todas sus facetas; es revisitarla una y otra vez para no dejar de sorprendernos, asumir el aturdimiento que nos produce el espanto, la sorpresa, el terror, la angustia, la desazón, como parte inherente a nuestro ser proyectado en hiperbólicas creaciones arquetípicas como el loco, el tullido, el apestado, el enfermo, el monstruo. Desde lo grotesco, desde ese lugar que pretendemos ignorar, nos conocemos.
Ahora el mundo es una gran carpa, un circo, y lo grotesco forma parte del día a día, en esta gran mascarada de la cultura oficial que nos parodia, nos empequeñece, nos embrutece.
¿Cómo se puede hablar de lo grotesco, de lo ridículo cuando uno se ha convertido en ello? Cuando ni siquiera el arte en el que se creía sirve para cambiar un mundo dominado por un poder tan perverso como patético, ejercido por una autoridad que no la merece, nuestro rey Ubú foucaultiano. Ese grotesco poder se perpetúa a través de la mofa, al
permitirnos burlarnos de él, ridiculizarlo constantemente, sin que ello signifique su fin; muy al contrario, nos muestra lo trágico y terrorífico que supone conocer la evidencia de la ilimitada vigencia de su reinado a pesar del descrédito. Un poder que a lo largo del siglo XX y XXI nos ha arrastrado a crueles conflictos, generando dolor profundo y que ha tenido la indecencia de erigirse en paradigma del sentido común, de la estética, de lo normado e institucionalizarlo. El payaso entre los payasos, el gran disparate, el Estado, nos conduce a través de una cultura servil, de una educación mermada, al enfrentamiento con el otro, a la aniquilación, a la tragedia, a la propia destrucción.
Pero podemos jugar a creer que no nos engañan, o a que no nos engañamos, que somos aquellos que están fuera de la casa de locos que pintara Goya o del hospital de leprosos. Jugamos a pensar que somos aquellos que observan la santa cena retratada por Lola Gaos al levantarse la falda en Viridiana o, por el contrario, podríamos ser aquellos magníficos, deformes y grotescos apóstoles con Jesús ciego y tullido al frente de la sagrada e irreverente cena que filmara Buñuel en esa misma obra. Asumirnos como seres grotescos para poder deconstruirnos y así empoderarnos, porque somos artistas ¿no? y podemos, mediante el “artivismo”, rehacer este mapa, eliminar fronteras, rediseñar estrategias y hacer caer esquemas, ser algo más que patéticos bufones del siglo XXI.
Necesitamos construir memoria, queremos, imaginando, elaborar espacios donde fluya el pensamiento otro, generar criticidad. Puede ser lo grotesco y la búsqueda de lo bello en él, ese lado nuestro bestial, arrebatado y estremecedor, la cualidad necesaria para procurarlo."


-Isabel Campanario


Fotógrafas: Pipa Alvarez

                  Paloma Marina
                  Ana T.Baile













































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